viernes, 12 de diciembre de 2008

Opinión sobre el futuro de una harinera en Ceuta (España)


Advertimos a los lectores sobre nuestro desconocimiento, por la lejanía y no haberlas visitado, respecto a las dos ciudades autónomas, por lo que no tenemos claro si el articulista habla de Ceuta o de Melilla.

A pesar de ello por los datos que aporta el texto creemos que se trata de la ciudad de Ceuta, y dado que no disponemos de ninguna imagen concreta de la fábrica de harinas en cuestión, incluimos una antigua vista panorámica.

Pedimos su colaboración para conocer más datos sobre las harineras en Ceuta y Melilla.

«La vieja fábrica de harina»


Chiki, en El Faro de Ceuta y Melilla. 12 de noviembre de 2008.

Lo recuerdo de toda mi vida -y ya no és corta, dicho sea de paso-, con su fachada rosa pálida, su ángulos de vigas vistas y sus techos en semicírculos que inspiran las viejas imágenes de otras épocas y otros lugares. Lo recuerdo de siempre con sus enormes cristaleras (más de un centenar) desde donde se veía el mar en el horizonte; el puerto en la cercanía; las traiñas semihundidas del peso del pescado y los pescadores de caña en la explanada del muelle. Sí, lo recuerdo perfectamente; y cuando ya tenía edad de andarlo casi todo (que por aquel entonces lo hacíamos pronto) me gustaba pasar por las escolleras del muelle Alfau desde mi playa de San Amaro, hasta sus entradas donde cargaban los coches y furgonetas con sacos de Harina que se encontraban apilados por cientos en su entrada. Era un juego para nosotros, porque si los carabineros te pillaban te esperaba una bronca impresionante y unas buenas hostias de tu padre, pero valía la pena saltar de piedra en piedra y colarte en aquel otro mundo de barcos llenos y olores a algas y mareas.

El viejo edificio sigue allí. Sus cristales rotos, su pintura ajada, sus puertas de hierro oxidadas, pero sigue en pie. Desafiante y a la vez orgulloso de ser la última de las fábricas caballas. En pie y sin el tiempo lo haya sometido, -salvando que el hombre si lo ha olvidado- y de su afanar entre cebadas y levaduras, se convirtiera en garaje y almacén. Una concesión de la que el diccionario ubica en sus definiciones como Contrato por el cual se otorga a empresas o particulares la gestión y la explotación de ciertos bienes públicos. Un edificio que por sus características, podría ser cualquier cosa menos lo que actualmente és. Un contrato que como tal, podría “renegociarse” Quizás por ello me pregunto porque no pudiera ser rehabilitado y reestructurado para darle uso en una ciudad que tanto ha crecido, al menos en servicios municipales y que carece de espacio para albergarlos. Se me ocurre que, bien podrían instalarse Bomberos, Policía Local, Parque Móvil que actualmente ocupan un solo edificio donde los medios de automoción se apilan difícilmente en sus garajes, o cualquier otro que por capacidad y personal se hiciera necesario, llámense servicios de tributos y economía; llámense Servicios Sociales; llámense Cultura y Educación (con Festejos, Mujer, Patrimonio, etc); llámense Instituto de Deportes o Juventud. Es un edificio tan adaptado que en poco tiempo podría funcionar directamente con el ciudadano. Es evidente que el actual contrato de concesión es un impedimento pero, como decía mi padre: donde hay patrón, no manda marinero; y que yo sepa, está ubicado en el Puerto y como todo el mundo sabe, el Puerto, -aún con su propia autonomía-, sigue estando dirigido por un hombre de la Ciudad, ¿o no?


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