Nos escribía hace unos días nuestra amiga y colaboradora Isabel Riesco, dándonos la mala noticia del derribo que se estaba ejecutando sobre parte de los edificios que configuraron la harinera de Santibáñez de Vidriales, un complejo industrial construido en el año 1929 por la familia Delgado Muelas y denominado "La Vidrialesa".
La imagen principal que acompaña esta entrada es precísamente la que Isabel Riesco tenía colgada en su completísimo blog. Les recomendamos que lean la entrada que dedica a este derribo, en la que incluye recuerdos y vivencias de las personas que acudieron a la harinera durante su periodo de actividad fabril:
http://elblogdeayoo.blogspot.com/2011/04/memoria-de-santibanez-la-industria-02.html
También queremos aprovechar para subir las magníficas palabras de M. A. Casquero escritas en La Opinión de Zamora al respecto de esta fábrica de harinas, reportaje que acompaña además con una fotografía de los trabajadores de dicha industria:
“La caída del gigante blanco”
M. A. CASQUERO
«Si mi abuelo levantara la cabeza». La expresión, espontánea, brotó ayer de los labios de un vecino al ver cómo era derribado el almacén de la antigua fábrica de harinas de Santibáñez de Vidriales. El propietario optó por el derribo de las antiguas instalaciones que albergaron las grandes pilas de sacas de harina de 100 kilogramos, después de que a finales de año se produjese el derrumbe de una de las paredes de esta gran nave de donde se aprovisionaban de carga, primeramente carros y carretas y posteriormente camiones y tractores. Sin embargo, el edificio que constituyó la frenética actividad fabril permanece en pie con sus «candongas», chimeneas por donde salía al exterior el polvo de los molinos, señalando la dirección del viento sin titubeos debido a la buena disposición de sus rodamientos. Fue hace 20 años cuando cesó la actividad industrial en la fábrica construida en el año 1929 por la familia Delgado Muelas, de Santibáñez y de Cional, en la entonces floreciente villa vidrialesa. Su contribución a la economía local comenzó a marcar un hito en Santibáñez de Vidriales. La fábrica de harinas «La Vidrialesa» llegó a contar con más de una docena de empleados. La calidad de la harina producida en esta factoría comenzó a cobrar fama no sólo en la provincia, sino incluso en la Región al transcurrir los años. Carros tirados por seis mulas se dirigían a la vecina ciudad de La Bañeza transportando su pesada carga de sacas de harina de 100 kilos. El ascenso por el sinuoso y elevado camino del cerro del «Real» en Fuente Encalada lo realizaba Felipe «El Carrero». Felipe Casquero, azuzaba a las caballerías con su tralla provocando que el sonido del restralle llegase a los oídos de los vecinos de Fuente Encalada. Precisamente en el almacén ahora derribado falleció Felipe «El Carrero» al caer sobre su cuerpo una buena cantidad de sacas de harina que tanto él como sus compañeros consiguieron apilar.
Eran años de pujanza económica en Santibáñez donde hasta los pajares se convertían en viviendas debido a la gran demanda de gente que llegaba hasta la villa vidrialesa. Precisamente a este pueblo había llegado la luz eléctrica desde La Milla de Tera no hacía muchos años antes. Durante los primeros años de actividad de la factoría, la energía eléctrica se producía a base del gas pobre, la biomasa actualmente en boga. Esos primeros años coincidieron con la construcción del edificio de la Casa Consistorial (1927) donde hoy se encuentra la pequeña plaza del Ayuntamiento, las fuentes como la de la plaza del Barrero, más tarde de Arriba , de José Antonio, y ahora de Rosalía de Castro, también en ese año; cuatro años antes, en el 1923, el arco del ferial.
Ya en los años 40, los vecinos veían cómo a las once de la noche se ponía rojo el filamento de las escasas bombillas de las casas debido a que a partir de esa hora se comenzaba la molienda en «La Vidrialesa». Era a partir de esas horas cuando el tendido de Eléctricas Leonesas desde Alija del Infantado, entonces de los melones, que había sustituido al procedente de La Milla, permitía la febril actividad industrial en la factoría harinera. Las noches eran propicias para esa finalidad, ya que en aquella época la gente se acostaba antes y no había televisión. «La Vidrialesa» precisó en esa época de ampliar las instalaciones agrandando el almacén hasta la pequeña tienda de la señora Marcelina. Hasta el cargue junto a la recién construida carretera llegaban carros y más carros para recoger la blanca y apreciada harina y el salvado, el producto que sale al refinar el grano del trigo y servía para alimento de los animales, asi como la harinilla o tercerilla para las gallinas y la sémola con la que se alimentaron no pocos niños de la comarca. La actividad fabril de «La Vidrialesa» seguía en consonancia con la pujanza de la villa. Sus cuatro renombradas ferias y mercados durante todos los miércoles del año. Las primeras, el 19 de marzo, 5 de mayo, 7 de junio y 4 de septiembre. Los mercados, «medio año arriba, con transacciones de vacas y de cerdos, y el otro medio abajo» como reseñan las crónicas de la época. La gran actividad comercial de la villa con numerosos establecimientos comerciales de todo tipo provocaron que la empresa bañezana «Martínez» estableciese una línea de autobús desde La Bañeza a Santibáñez para acudir expresamente a los mercados de los miércoles. Ya entonces, Santibáñez tenía coche diario a La Bañeza y a Zamora, aunque este último menos los lunes y los jueves, ya que acudía a los mercados de El Puente de Sanabria y a Benavente.
M. A. CASQUERO
«Si mi abuelo levantara la cabeza». La expresión, espontánea, brotó ayer de los labios de un vecino al ver cómo era derribado el almacén de la antigua fábrica de harinas de Santibáñez de Vidriales. El propietario optó por el derribo de las antiguas instalaciones que albergaron las grandes pilas de sacas de harina de 100 kilogramos, después de que a finales de año se produjese el derrumbe de una de las paredes de esta gran nave de donde se aprovisionaban de carga, primeramente carros y carretas y posteriormente camiones y tractores. Sin embargo, el edificio que constituyó la frenética actividad fabril permanece en pie con sus «candongas», chimeneas por donde salía al exterior el polvo de los molinos, señalando la dirección del viento sin titubeos debido a la buena disposición de sus rodamientos. Fue hace 20 años cuando cesó la actividad industrial en la fábrica construida en el año 1929 por la familia Delgado Muelas, de Santibáñez y de Cional, en la entonces floreciente villa vidrialesa. Su contribución a la economía local comenzó a marcar un hito en Santibáñez de Vidriales. La fábrica de harinas «La Vidrialesa» llegó a contar con más de una docena de empleados. La calidad de la harina producida en esta factoría comenzó a cobrar fama no sólo en la provincia, sino incluso en la Región al transcurrir los años. Carros tirados por seis mulas se dirigían a la vecina ciudad de La Bañeza transportando su pesada carga de sacas de harina de 100 kilos. El ascenso por el sinuoso y elevado camino del cerro del «Real» en Fuente Encalada lo realizaba Felipe «El Carrero». Felipe Casquero, azuzaba a las caballerías con su tralla provocando que el sonido del restralle llegase a los oídos de los vecinos de Fuente Encalada. Precisamente en el almacén ahora derribado falleció Felipe «El Carrero» al caer sobre su cuerpo una buena cantidad de sacas de harina que tanto él como sus compañeros consiguieron apilar.
Eran años de pujanza económica en Santibáñez donde hasta los pajares se convertían en viviendas debido a la gran demanda de gente que llegaba hasta la villa vidrialesa. Precisamente a este pueblo había llegado la luz eléctrica desde La Milla de Tera no hacía muchos años antes. Durante los primeros años de actividad de la factoría, la energía eléctrica se producía a base del gas pobre, la biomasa actualmente en boga. Esos primeros años coincidieron con la construcción del edificio de la Casa Consistorial (1927) donde hoy se encuentra la pequeña plaza del Ayuntamiento, las fuentes como la de la plaza del Barrero, más tarde de Arriba , de José Antonio, y ahora de Rosalía de Castro, también en ese año; cuatro años antes, en el 1923, el arco del ferial.
Ya en los años 40, los vecinos veían cómo a las once de la noche se ponía rojo el filamento de las escasas bombillas de las casas debido a que a partir de esa hora se comenzaba la molienda en «La Vidrialesa». Era a partir de esas horas cuando el tendido de Eléctricas Leonesas desde Alija del Infantado, entonces de los melones, que había sustituido al procedente de La Milla, permitía la febril actividad industrial en la factoría harinera. Las noches eran propicias para esa finalidad, ya que en aquella época la gente se acostaba antes y no había televisión. «La Vidrialesa» precisó en esa época de ampliar las instalaciones agrandando el almacén hasta la pequeña tienda de la señora Marcelina. Hasta el cargue junto a la recién construida carretera llegaban carros y más carros para recoger la blanca y apreciada harina y el salvado, el producto que sale al refinar el grano del trigo y servía para alimento de los animales, asi como la harinilla o tercerilla para las gallinas y la sémola con la que se alimentaron no pocos niños de la comarca. La actividad fabril de «La Vidrialesa» seguía en consonancia con la pujanza de la villa. Sus cuatro renombradas ferias y mercados durante todos los miércoles del año. Las primeras, el 19 de marzo, 5 de mayo, 7 de junio y 4 de septiembre. Los mercados, «medio año arriba, con transacciones de vacas y de cerdos, y el otro medio abajo» como reseñan las crónicas de la época. La gran actividad comercial de la villa con numerosos establecimientos comerciales de todo tipo provocaron que la empresa bañezana «Martínez» estableciese una línea de autobús desde La Bañeza a Santibáñez para acudir expresamente a los mercados de los miércoles. Ya entonces, Santibáñez tenía coche diario a La Bañeza y a Zamora, aunque este último menos los lunes y los jueves, ya que acudía a los mercados de El Puente de Sanabria y a Benavente.
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